Una atención con maltratos y una larga espera incluida
Por: Anghel Espinoza
El dolor que ella sentía en su pie era insoportable. A tal punto que, no podía dejar de llorar. En estas circunstancias, su esposo e hijo la trasladaron al policlínico local Rodríguez Lazo, luego al hospital Angamos y finalmente al hospital Rebagliati. Todos estos establecimientos pertenecen a un servicio público llamado Essalud, esta institución resalta por su demora en la atención al paciente, múltiples noticias de negligencia y más, pero no es el único defecto que se detecta, sobre todo cuando estás hospitalizado o eres un familiar de alguien en ese estado.
Vilma García Bellido (53) se cayó de seis escalones el 24 de abril del 2023 a las 5 de la mañana. El accidente ocasionó una fractura en el peroné (hueso del pie), displasia (un tejido fibroso anormal, parecido a una cicatriz, reemplaza al hueso sano) y rotura de ligamentos. Recién 12 días después, el 5 de mayo a las 4 de la tarde, la operaron en el hospital Edgardo Rebagliati Martins. Ella se quedó cinco días más, para recuperarse y porque presentó complicaciones gastrointestinales. Durante su estadía en este hospital resaltaron problemas como falta de camillas, maltratos y una larga espera, con interrupciones, para una operación relativamente simple.
De camino al Rebagliati
Vilma García se resbaló en las escaleras. Al caer y sentarse en uno de los escalones, notó que su pie estaba doblado, por lo que no pudo evitar llorar desconsoladamente. Tras ser auxiliada por su familia, Vilma, su esposo y su hijo salieron de su casa a las 6 de la mañana. Tomaron un mototaxi y así fueron al centro de salud más cercano: el policlínico Juan José Rodríguez Lazo.
Al llegar, pidieron una silla de ruedas y se la dieron. Pero tenía que hacer cola y esperar su turno. “Y por más que yo lloraba de dolor, nadie me cedió nada”, relata. Una enfermera le dijo que pasara a Emergencias para agilizar la atención; sin embargo, allí también había cola. Tuvo que esperar alrededor de dos horas para ser atendida.
El médico la miró y dijo: “Su hueso está fuera de lugar. Aquí vamos a darle analgésicos, sacarle placas y mandarla a su casa. Yo creo que mejor se va a Angamos, porque allí hay especialista en Traumatología, aquí no hay”. Su esposo y ella decidieron ir al hospital Suárez Angamos.
Con un taxi llegaron al destino, donde le alcanzaron una silla de ruedas. El dolor continuaba y otra vez tuvo que esperar su turno para que la atendieran. Después de dos horas, la llamaron y le pidieron que relate lo que sucedió, difícil para ella con el dolor que sentía, pero así lo hizo. A continuación, la derivaron a realizarse placas (rayos X), lo cual se hizo relativamente rápido. La reevaluación del doctor no fue de inmediato, tuvo que volver a esperar.
Cuando el médico la volvió a recibir le dijo que tenía una fractura, necesitaba clavos y operación. Allí, le pidió al esposo de Vilma que tomara fotos de las placas para mostrarlas en el Rebagliati. Además, dijo que debían colocarle una férula, parecido al yeso, busca inmovilizar los huesos y articulaciones en una fractura. Entonces, el doctor buscó a alguien que le apoyara para colocar la férula durante diez minutos, pero nadie accedió, por lo que el esposo de la accidentada terminó ayudando al médico. Después de eso, la enfermera le aplicó un medicamento para el dolor, recién.
A continuación, con un taxi se trasladaron al hospital Edgardo Rebagliati Martins. Quizá, por desconocimiento del proceso de atención, pero el familiar de la paciente tuvo que recorrer gran parte del hospital para que la dejen pasar, enseñar placas al guachimán, regresar a la puerta principal, que el carro vaya a otra puerta y que a Vilma le den una pulsera para por fin entrar a las 11 y media de la mañana a este gran hospital público.
Durmiendo en una silla de ruedas, luego en una camilla
A cambio del DNI de su esposo, le entregaron una silla de ruedas. Con ella pudo ser trasladada hasta el tópico de Traumatología. Le hicieron esperar 20 minutos. Miraron las placas y reafirmaron la necesidad de una operación. “Pero… ¿te lo han mandado desde allá? –hospital Angamos– ¿y por qué no lo pudieron hacer allá? Bueno, ya estás acá”, expresó el doctor. De inmediato, quedó hospitalizada. Por lo tanto, le realizaron cinco exámenes: unos de sangre, de COVID-19, de orina, placa de costillas.
¿Dónde quedó hospitalizada? Quedó hospitalizada en un espacio improvisado con cortinas, una sala de hospitalización provisional que se mantiene hasta el día de hoy, ubicada en el pasadizo, al frente del tópico de Traumatología. Esto ocurrió porque el número de pacientes de Traumatología en el Rebagliati colapsó y no había cuartos. Allí ingresó Vilma. Ella vio a diez personas en camilla y a unas cinco (ella estaba dentro de esas cinco) en silla de ruedas.
SALA DE HOSPITALIZACIÓN IMPROVISADA. Cortinas de tela separaban los espacios de los pacientes, estaban ubicadas en el pasillo. Video: Vilma García
Lunes, martes… en silla de ruedas, todo el día (comiendo y durmiendo ahí). Hasta que las camillas se desocuparon, ya sea porque operaron a los pacientes o porque subieron al noveno piso (Traumatología). Entonces, Vilma conoció Denys Campoverde, un paciente que entró antes que ella, que recuerda bien, porque le cedió su turno de camilla, al compadecerse de ella. Así estuvo hasta el jueves, día en el que le programaron su operación, la cual no se dio.
Cuando cancelan tu operación
Firmó los permisos, estaba cambiada y a la espera de la operación a las 2pm. Pero no llegó alguien: el anestesiólogo. Por esas fechas se dio un feriado largo por el Día del Trabajador y al parecer, desde el jueves, quien pone la anestesia, no fue a trabajar. En todo caso, le dijeron que espere hasta las 5pm a ver si de repente conseguían a alguien, pero eso no pasó.
Y así trascurrieron las horas, con hambre y con frío, ya que la cena del día anterior era lo último que comió. De manera que, no desayunó, ni almorzó por la operación, pero como no se dio… Le alcanzaron la cena. Prácticamente, después de 24 horas recién comió.
Después de todo eso, Vilma trató de dormir. De pronto, a las 10 y media de la noche la despertaron para decirle que pasaba a piso. Específicamente, pasaba al noveno piso del hospital Rebagliati, el cual era de Traumatología.
El noveno piso del hospital Rebagliati
DESEPERANZA. Cada día que pasaba sin ser operada, Vilma sentía cada vez más desilusión e impotencia. Video: Anghel Espinoza
Una enfermera la llevó al noveno piso. Reflexionando en la manera en que la trataron en Emergencias, Vilma contó que la mayoría de ellos fueron amables y estuvieron al pendiente de los 15 pacientes que estaban allí. “Nos ayudaban a bajar, a ir al baño, nos tenían paciencia”, narró Vilma.
Aquellas buenas actitudes las tuvo muy presente, por el contraste de lo que sucedió después, en el noveno piso. Una licenciada le dijo: “El cuarto que te damos es de una señora que ha ido a UCI. No te acostumbres, porque no te corresponde. Esto solo es para ancianos que se han fracturado la cadera y usted solamente tiene la pierna (o el tobillo). En cualquier momento te podemos cambiar”. Esto, cuenta Vilma, la hizo sentirse maltratada, pero le consolaba el hecho de que estar en piso haría que la operen más rápido. Ella estaba equivocada.
La instalaron, le dieron una colchita para taparse y le dejaron la luz prendida. En eso, le comenzó a doler la pierna y el sistema que tenía para llamar a una enfermera (un interruptor que prendía un foco fuera de la habitación) no funcionaba. En la amanecida, la gente lloraba, los ancianos gritaban. Había desesperación e impotencia en los demás cuartos.
DESESPERACIÓN. Gritos y ruidos se escuchaban en la amanecida en el noveno piso del hospital Rebagliati. Aquellos sonidos provenían de pacientes pidiendo ayuda o auxilio. Audio: Vilma García
Entonces, ella tomó valor y trató de solucionar sola su problema. Puso la manta debajo de su pierna, de manera que se alce y descanse. Sin embargo, esto la afectó de otra manera, pues la ventana estaba abierta y el aire helado se sentía. Tuvo que agarrar el mameluco que le dieron y una pañoleta que traía para intentar taparse, lo cual cumplía con su objetivo, pero igual la hacía sentir frío, mucho frío.
A la 1 de la mañana, llegó una enfermera. Vilma le comunicó que trató de llamar y nadie vino. La señorita revisó el interruptor y no funcionaba, así que le dijo: “No es que no hayamos querido venir, es que esto no funciona”. Y con respecto a la ventana, la enfermera la miró y la cerró: “Y esto, se cierra (lo cierra). Ya está cerrado”.
Al día siguiente, amaneció constipada, pero debía estar sana si quería ser operada, así que hizo traer Vick VapoRub y se abrigó más. Los médicos pasaban rápido, uno diferente por cada día. Uno le decía que la operarían el martes, otro el miércoles y otro le decía: “No hay fecha”. Entonces, se exasperó, lloró y luego gritó.
Dentro de las cosas que hizo, una fue pedir el libro de reclamaciones, a los diez días hospitalizada. Minutos después, vino un técnico a lavar la chata (como un lavatorio de metal para orinar, similar a una bacinica) de la paciente, se la dio y dijo: “¿Algo más señora? Después no quiero aparecer en el libro de reclamaciones”. Ella sintió que se estaba burlando de su situación. Por otro lado, ella grababa las conversaciones con los doctores. Y se exasperaba, su voz se quebraba y reclamaba que siga sin operación.
Hasta que “su ángel” vino. La situación era esta:
Ahora que estaba hospitalizada en el noveno piso, había otra lista de espera para ser operada y tenían prioridad los ancianos que llegaron antes que ella y otros casos más graves. No obstante, algún médico podía interceder para colocarla en la lista de Emergencias y ser operada bajo esa modalidad, ya que ella ya había estado en esa lista.
Esa otra opción fue la que realizó “su ángel”, como ella lo llama, era un médico residente. Así finalmente, pudo ser operada el viernes. Doce días después de ingresar al Rebagliati, después de un fin de semana libre para los doctores, los maltratos que recibió, las dificultades que tenía por tener el pie fracturado y las emociones encontradas de impotencia y frustración.
Cabe resaltar, que no hubo dificultades durante la operación. La anestesiaron. Después de eso, la operación ocurrió: la placa y clavos fueron puestos. Sin embargo, hubo complicaciones después por el lado gastrointestinal, pues la comida y la carencia de frutas desencadenaron estreñimiento y demás. Pese a lo crítica de la situación, se pudo recuperar parcialmente en los días siguientes. Fue dada de alta el martes 9 de mayo, dos semanas y dos días después de ingresar al hospital.
“Si resumieras en una palabra tu experiencia en el Rebagliati, en Essalud, ¿cuál sería?”, le pregunté. “Desesperante”, respondió de inmediato. Ahora, ya en su casa, con su familia, recibiendo los cuidados debidos y el amor de su hogar, está más tranquila.
Esta experiencia pudo evidenciar que las cosas en Essalud no están completas, hay muy poco personal para atender a todos los pacientes, las visitas solo se aceptan a familiares cercanos y requiere todo un proceso… ¿Son necesario reclamos o detalles y pequeños presentes para llamar la atención de los empleados del sector salud?
Dicen que Emergencias del hospital Rebagliati tiene una atención rápida. Sin embargo, el proceso de hospitalización, operación y demás de todo el hospital, que también es atención, deja mucho que desear. Por ello, los protocolos para operar pacientes se deberían agilizar, la administración debería mejorar y el Gobierno cooperar con la designación de un mayor presupuesto al sector salud. Por último, los doctores y trabajadores de Essalud deberían recordar su vocación de servicio y que tratan con seres humanos.
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