El periodismo digital enfrenta día a día la desinformación. Es así como el fact checking aparece como prioridad para seleccionar información de calidad, verificada y correcta. Además, de colocar un contexto y adecuar los datos a las situaciones locales.
Navegando en Internet, pude visualizar información valiosa en un panel sobre el fact checking llamado “Fact-checking y Desinformación en América Latina y España”. Liliana Elósegui, editora en jefe de Verificado (México); Cristina Tardáguila, directora sénior de programa ICFJ (Brasil); y Clara Jiménez Cruz, cofundadora y CEO de Maldita.es (España) eran quienes comentaban su experiencia en este periodismo especializado. El 15° Coloquio Iberoamericano de Periodismo Digital se daba el domingo 3 de abril de 2022 y Laura Zommer, directora ejecutiva de Chequeado (Argentina) moderaba. Destacadas periodistas estaban presentes en aquel coloquio.
Actualmente, las redes sociales cuentan con popularidad e inmediatez sobre la información. Es común ver a youtubers usando principalmente YouTube y Twitter para difundir mensajes de diversa índole y teniendo tal repercusión como la del tamaño de sus seguidores. En México, según comentó Liliana Elósegui, “la polarización y la desinformación van de la mano”. Y esta polarización es creada por el presidente de México.
La periodista Elósegui contó que youtubers mexicanos juegan el rol de impulsadores del proyecto político del presidente. Esto se imparte de manera sistemática y ataca a las voces críticas, pues quien se oponga se gana su “dosis de ataques de troles”.
Esto me recuerda a un episodio de mi dramática política peruana donde futbolistas, influencers, artistas de televisión y demás realizaron una campaña “a favor de la democracia”. Algunos ejemplos son el spot publicitario de futbolistas a favor de la entonces candidata presidencial Keiko Fujimori y en contra de Pedro Castillo; y el mitin de Fujimori con participantes de Esto es guerra.
También, mi país sufrió la discriminación masiva, racismo y clasismo en redes sociales luego de que Castillo ganara las elecciones presidenciales, al llamar ignorantes y de provincia a quienes votaron por él.
Entonces, la polarización y la desinformación se evidencian y visualizan mucho más por redes sociales en donde personajes, no necesariamente de autoridad, sino de influencia social, apoyan ciertos bandos y las subjetividades caen.
Otra panelista fue Cristina Tardáguila, quien se considera a sí misma, como factchecker. Ella habló sobre un proyecto de ley a punto de ser aprobado por el Congreso de Brasil y que está relacionado con el fact checking de manera perjudicial.
Dentro de las disposiciones que se darían está el obligar a las plataformas a pagar una tasa al periodismo; es decir, que el contenido periodístico utilizado por las plataformas supondría una remuneración para el titular de los derechos de autor del contenido utilizado, salvo el simple intercambio de la dirección de protocolo de internet (enlace) del contenido periodístico original. Lo que se debe considerar de aquí, señalan, es qué se considera como contenido periodístico y quién regularía la remuneración.
Otro aspecto de aquella norma es el otorgar inmunidad parlamentaria en el uso de plataformas digitales para que puedan hablar lo que quieran en redes sociales (sin importar si sea falso o no). Aquello recuerda a Tardáguila que el presidente de Brasil Bolsonaro dijo que las vacunas estaban mal, que si te las ponía te salían “tres ojos” y una serie de desinformaciones, que no serían criticadas según la ley.
Ante esto, Clara Jiménez Cruz comentó que la información antivacunas creció exponencialmente en pandemia, pues al parecer los grupos silenciados años antes aparecieron de nuevo –sin miedo ni límites– a decir cosas como: “Las vacunas matan”.
Toda esta problemática de desinformación obtuvo su punto más alto en la pandemia por el COVID-19. De tal manera, que hubo la necesidad de crear una red internacional de desinformación y bases de datos para apoyarse mutuamente, comentan las panelistas.
Antes, Chequeado era el único medio verificador en América Latina. Y este motivó a la creación de más medios de verificación. Es así como LatamChequea nació para apoyarse con el trabajo de otros colegas.
“Tener este respaldo, de LatamChequea, de apoyarnos con el trabajo de otros colegas que estaban ya verificando nos ahorraba muchísimo tiempo. Solo lo que teníamos que hacer era contextualizar la información, agregar datos desde nuestro país y presentarlos a la audiencia”, explicó Liliana Elósegui.
La brasileña Cristina Tardáguila mencionó previamente a LatamChequea que pertenecía a una red internacional, y que ahora gracias a la ayuda mutua en verificación son 99, manejando 43 idiomas, en más de 70 países. “La base de datos hoy día está abierta, disponible, sigue siendo alimentada, tiene si no digo mal más de 16 mil checkeos hechos”, sostuvo.
Asimismo, Tardáguila comentó el compañerismo periodístico en este tipo de situaciones, pues en las elecciones de Brasil, Chequeado (medio verificador de Argentina) los ayudó por la mañana. “LatamChequea es tan lindo y funciona tan bien”, afirmó sonriente. Ella valoró las diferencias horarias, de temas coyunturales y sobre todo la idiomática (portugués y español), porque a pesar de ellas la apoyaron.
Además, comentó estrategias interesantes empleadas como hacer guiones escritos y no de audio enviados por WhatsApp. El grabarlos complicaba las cosas por una diferencia de idioma. Otra herramienta muy utilizada fueron las bases de datos.
Me sorprendió para bien lo que podría resumir en una frase: “Se aprendieron de los errores”, pero más allá de eso se adquirieron conocimientos valiosos sobre la verificación de la información. El fact checking del COVID-19 trajo aprendizajes para la guerra de Rusia contra Ucrania.
De tal manera, se hizo posible crear productos digitales en varios idiomas, y que sea en una web a través de un widget que se podía ver en cualquiera página. Así en un mapamundi se podría visualizar dónde ha circulado la mayor cantidad de desinformaciones.
Por último, estas declaraciones, anécdotas, enseñanzas y experiencias se suman en una fórmula que debe crearse para manejar la información. Lo que han aprendido es hacer una base de datos que se puedan usar en épocas de crisis. Por ello, los desafíos pendientes serían lanzar chat bots, hacer miles de procesos, porque una crisis de la información siempre va a haber.
No existe una base de datos común especializada por la técnica, sino por la gobernanza de esos datos. El reto es cómo se gobiernan esos datos, qué se puede hacer y si se puede monetizar. Sin duda, una nueva faceta del periodismo digital que es muy importante en estos últimos tiempos. Traída a la realidad peruana, un acercamiento con el medio digital llamado Ojo Público. Es previsible que poco a poco estos medios checkeadores abunden la región en demanda de un público cada vez más crítico y necesitado de información verídica.
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